la segunda banda en la toqué era una continuación fantasmagórica de la primera. abandonamos la mayoría de nuestro repertorio anterior y empezamos a componer nuevas canciones. el sonido de la banda se alejó del punk y empezamos a incorporar elementos del rock experimental y progresivo. canciones largas con cambios abruptos, tiempos irregulares y melodías complejas. interpretarlas requería habilidades que no teníamos dominadas y eso hacía que los conciertos fueran estresantes. pero eso nos forzó a ser mejores músicos y tomarnos más en serio el proyecto.
empezamos a escuchar música popular ecuatoriana y a componer usando las estructuras, melodías y arreglos que aprendimos del pasillo, el yaraví, el sanjuanito y el albazo. las letras también se volvieron más maduras e introspectivas. musicalizamos poemas ecuatorianos. durante un breve periodo tuvimos una manager. no sé cómo pasó porque yo nunca me involucré en la parte logística de la banda. su trabajo consistía en llevarnos en su carro a entrevistas de radio. no le pagábamos nada, así que no fue ninguna sorpresa cuando se separó de nosotros. fue una sabia decisión.
también tuvimos dos vocalistas. la primera participó en la grabación del único material de la banda. nunca me gustó cómo cantaba. y tampoco me gustó la mezcla del ep que grabamos en el estudio casero de un reconocido músico de la capital y hermano de nuestro baterista. pero nunca dije nada al respecto. después de los ensayos, se volvió costumbre para mis compañeros de banda jugar videojuegos mientras fumaban y bebían. así que elegí dejar de compartir tanto tiempo con ellos y marcharme a mi casa temprano.
a la par de la banda, empecé a componer mis propias canciones y a grabarlas con el micrófono integrado de la macbook que me compraron mis padres cuando entré a la universidad. usaba un programa gratuito llamado audacity y los instrumentos que tenía a mi disposición. En lugar de bajo, grababa mi guitarra acústica y le bajaba una octava dentro del programa. en lugar de batería, usaba los pads de un teclado barato. aprendí a ser recursivo. subí mis primeras canciones a bancamp y las compartí con mis amigos en facebook. nunca esperé que llegaran a ningún lado.
en esos años vivimos un cambio profundo en el ecosistema de la música independiente y el nacimiento de lo que se bautizaría como “la escena”. algo que no existía cuando nosotros empezamos. aquí es donde es necesario hacer una aclaración histórica: cuando la música juvenil anglosajona (el rock y el pop) llegó a nuestro país en la década de los 60s, su consumo estaba limitado a las élites que podían viajar y traer discos del extranjero. esta música y sus derivados siempre han tenido su principal audiencia en las clases acomodadas, las que saben inglés y estudian en instituciones privadas. pero no todas las subculturas musicales tienen el mismo origen. la escena del metal es una de las más fuertes en quito desde hace décadas. sus bases provienen de las clases populares en el sur de quito. algo similar ocurre con el hip-hop. pero cuando los medios independientes empezaron a hablar de “la escena”, no estaban hablando de ellos y mucho menos de la tecno-cumbia, el folclor o la marimba. “la escena” se referiría al pequeño circuito de música “indie” con influencias anglosajonas.
la escena que surgió en la década del 2010 en ecuador era también una continuación del movimiento cultural alternativo con el que crecimos. bandas como tanque, la rocola bacalao, sudakaya, sal y mileto, can can, mortero, descomunal, mamá vudú. pero todas esas bandas ya estaban en retirada cuando empezamos a tocar. su gloria ya había pasado y, aunque seguían tocando frecuentemente, no las sentíamos como contemporáneas. en ese momento lo desconocíamos, pero había muchas bandas haciendo música nueva afuera de la capital y que solo necesitaban algo que les permitiera hacerse conoce.
por primera vez en el país había programas en la televisión pública dedicados a la música independiente y fomentos estatales significativos a las artes y la cultura. gracias a las nuevas políticas públicas, muchas bandas que se hubieran mantenido en un nicho muy pequeño alcanzaron audiencias masivas. la primera vez que escuchamos a da pawn o la máquina camaleón fue en la televisión pública. a la par, surgieron nuevos medios independientes, radiococa siendo el más notable, que se encargaron de difundir estos nuevos proyectos.
nosotros teníamos casi la misma edad que los integrantes de las bandas que veíamos alcanzar la fama frente a nuestros ojos. al principio con rechazo, ya que tenían un sonido mucho más pop, apolítico e inofensivo a lo que queríamos hacer. luego con entusiasmo, después de todo era música muy bien producida y ejecutada que seguramente abriría el camino para los demás proyectos emergentes. pero rápidamente nos dimos cuenta de que habitábamos escenas completamente diferentes. nosotros, con todos nuestros privilegios, no teníamos accesos a casas de campo y equipos costosos para grabar nuestros discos. no podíamos pagar una producción audiovisual profesional para un videoclip. en nuestra sala de ensayo usábamos los parlantes de un equipo de sonido antiguo en lugar de cajas de sonido especializadas y nuestros amplificadores pequeños y baratos sonaban a parlante de celular. la guitarra de segunda mano con la que empecé a tocar tenía los trastes tan gastados que tuve que dejarla en mi cuarto recogiendo polvo y usar la de un compañero de la banda.
con mi primer sueldo de un trabajo de ilustración me compré una telecaster mexicana y con mi segundo sueldo un amplificador fender. fue un acto de autonomía y de fe en el camino de la música para mi. aunque nos dimos cuenta que difícilmente entraríamos a la “escena independiente”, tampoco seríamos bien recibidos en otras escenas. tocamos en un festival de metal en la concha acústica de la villaflora. un escenario legendario dentro del rock pesado en la capital. fue ahí donde una reconocida figura del medio, conocida como “baserola mosh”, nos dijo al pasar: “aniñados de verga”. y no es de extrañarse, nos veíamos muy diferentes al público del festival. éramos unos turistas ahí.
ese fue uno de los primeros conciertos con nuestra nueva vocalista y un flautista que nos acompañó por poco tiempo. nuestro bajista tomó las riendas de la banda y empezamos a proyectarnos en llegar a mejores escenarios y compartirlos con las bandas que admirábamos. para lograrlo, organizamos un pequeño festival en el centro de arte contemporáneo, que ofrecía su espacio gratuitamente a proyectos culturales. a pocas semanas de la fecha, despedimos a nuestro baterista por diferencias musicales y personales e hicimos audiciones con músicos de la escena local. ya con nuevo baterista, el cual que era considerablemente menor a nosotros, nos pusimos a ensayar contra reloj y a gestionar la logística del evento, algo en lo que casi no teníamos experiencia. yo me encargué de conseguir alojamiento para uno de los músicos de una banda cuencana que invitamos para el festival. contratamos equipos, un sonidista y un guardia de seguridad, e imprimimos volantes y pósters para crear expectativa. el cartel del festival tenía a jodamasa (una banda de culto cuencana), durga vassago (ahora principalmente conocidos porque su líder fue el primer músico funado en ecuador), lolabúm (jóvenes promesas que ahora son una de las bandas más populares del ecuador), fat chancho (una banda que, si no estoy mal, salió de la carrera de música de la universidad san francisco, algo que caracterizaría la “escena independiente”) y nosotros.
el día del concierto estuvo lleno de imprevistos y conflictos. nuestro bajista estaba al borde de sufrir un colapso nervioso. nuestro guitarrista y líder estuvo a punto de ser golpeado por imprudente. todo el dinero recaudado, cerca de 2000 dólares, se fue en pagar al equipo técnico y las bandas invitadas. ese sería uno de nuestros últimos conciertos y la banda se disolvería pocos meses después, cuando nuestro bajista descubrió que nuestro líder estaba usando nuestros equipos para los conciertos de su otra banda sin consultarnos. unos días después estábamos en su casa sacando nuestros equipos mientras él estaba sentado en una silla en la mitad de la sala sin mirarnos ni dirigirnos la palabra.